Tengo una cita en el mejicano.
Tengo reservada una mesa para dos en la
terraza con vistas a un abismo de deshielo y no se qué ponerme.
Me he probado la falda color teja que
compré
cuando las montañas heladas resistían envestidas de barcos
cargados de acentos, pero un redoble en el dobladillo delata el
maremoto que sube y baja por mis piernas y he decidido aparecer
desnuda,
aderezar el plato de la cena con placer
picante.
Espero que ella, no aparezca con chaqué de pingüino.